Y estos han sido los ganadores del IV concurso de microrrelatos de La toalla del boxeador
CANICAS,
de LUIS MARIA GONZÁLEZ
de LUIS MARIA GONZÁLEZ
Algunas tardes, el general se sienta en un banco del Retiro y rememora los tiempos gloriosos del pasado. Para honor de una Patria donde siguen escaseando héroes a los que subir a los altares, la guerra y los ideales terminaron convirtiéndolo en el juguete roto que es hoy. El último sol del verano caldea la piel de su rostro reseco como la tierra donde dos muchachos de rodillas sucias juegan a las canicas y los gorriones picotean el polvo.
Un chasquido seco y cristalino que precede al grito de júbilo de uno de los niños, retumba en los oídos del general como la onda expansiva del mortero que un día le arrancó su brazo izquierdo y el ojo derecho. Derrotado y despojado de armas con las que seguir combatiendo, el más joven se queda mirando a su rival, herido en su orgullo de niño con los labios apretados. Es entonces cuando aquel veterano de las Filipinas, del Rif y del Jarama, se quita el guante con los dientes y hurga en el ánima vacía de su ojo con dedos temblorosos para entregarle al muchacho, que lo mira estupefacto, un ajado ojo de cristal con el que poder seguir luchando.
De Canicas, el jurado ha dicho:
"Nos parece un texto muy logrado técnicamente, con dos párrafos en los que se alterna el pasado y el presente, la vejez y la niñez, el paisaje real y el recuerdo. Los gorriones van picoteando el polvo durante todo el texto, dándole un ritmo terroso y obsesivo a una escena que se resuelve cuando un chasquido seco hace confluir todos los planos en una resolución que alza el vuelo y otorga sentido. El resultado es un microrrelato tan redondo como el objeto del que trata, que no es solo esa esfera física de cristal sino el cierre de un círculo vital que se transfiere del viejo general derrotado al niño inerme con el que se siente identificado y al que entrega la única arma que le queda. Al acabar de leerlo las bolas de cristal siguen rodando en la cabeza del lector."
EL REGRESO,
de MARGARITA DEL BREZO
Hacía tres veranos que padre había muerto cuando una noche se presentó a cenar. Lo miramos sorprendidos: mientras estuvo vivo, nunca llegaba a casa tan temprano. Madre nos pidió que le hiciésemos sitio, le puso un plato con restos, le partió pan y siguió con su cháchara. Él no probó bocado, tampoco habló, solo nos miraba con sus inexpresivas cuencas vacías. Después de recoger, le dimos las buenas noches y nos fuimos a dormir. Al levantarnos seguía sentado a la mesa. Madre le dijo que, si no pensaba comer, que se fuese al cuarto de estar, y nos sirvió el desayuno. Ya casi nos habíamos acostumbrado a su presencia cuando empezaron a castañearle los dientes. El ruido, tan parecido al de una máquina de escribir, nos impedía oír la televisión. Para evitar problemas, madre cubrió sus piernas esqueléticas con una toalla vieja y le anudó al cuello uno de sus pañuelos floreados; intentó ponerle también mis guantes, pero como eran demasiado pequeños, se le partían los dedos, así que desistió. Estaba ridículo, pero surtió efecto. Ya ha aprendido a bajar la basura. Y a fregar los platos. Es lo más parecido a un padre que hemos tenido nunca.
De El regreso , el jurado ha dicho:
"El regreso nos presenta desde la primera frase una historia de fantasía dentro de un hogar lleno de realidades. El realismo mágico sobrevuela el ambiente con ese padre que ha vuelto de la tumba para, tal vez, limpiar sus errores pasados. La voz de los narradores, sus hijos, nos introduce en esa casa en la que, mientras ellos se van acostumbrando a la presencia esquelética del padre, cuenta el comportamiento de la madre, que trata la nueva situación con una naturalidad no exenta de ternura. El relato está escrito con un gusto exquisito. Da gusto ir leyendo frase a frase la evolución de la nueva vida en familia y cómo se va integrando en ella ese padre pródigo. Sazonado con pizcas del más fino humor, resulta un texto redondo, con un final que deja al descubierto la intrahistoria vivida por esos hijos en el pasado, y la esperanza de que, aunque muerto, ahora tengan lo más parecido a un padre. En resumen, una verdadera delicia."
CUALQUIER TIEMPO PASADO,
DE ESTHER GOMÉZ BABIN
Cuando sonó el timbre, al borboteo del puchero pareció no importarle. Carmen dejó el guante de cocina sobre la encimera, rezongó por lo bajo y se dirigió a la puerta. Cuando llegó, sobre el felpudo solo había una carta. Su peso no se correspondía con su tamaño; tuvo que emplear las dos manos, acunándola contra el pecho, para apoyarla en la mesa camilla. Abrió la solapa y se le pegaron a las yemas todos los besos de la adolescencia. Saboreó despacio el del índice mientras volcaba el resto del contenido con la otra mano. Cayeron, casi ingrávidos, una carcajada infantil, el timbre de una bicicleta bajo el sol de verano y el calor de un pijama de felpa. Les siguió el humo de una vela de cumpleaños recién soplada, que se mezcló con una lágrima incontenible. Suspiró, arrugó la carta y la lanzó hecha una bola a la papelera. Mientras volvía con los pies pesados a atender el guiso, no alcanzó a ver al perro de su infancia atraparla al vuelo.
De Cualquier tiempo pasado, el jurado ha dicho:
"Este relato hace una alegoría a nuestros recuerdos, de cómo aparecen cuando menos lo esperamos, cuando en un día cualquiera suene un timbre que logra introducirnos en el texto. No conocemos al remitente, no lo necesitamos y queda para la imaginación del lector, pero sentimos el peso de la carta, porque lleva cargas asociadas, unas se habrán disipado con el tiempo, como el humo, otras se nos quedan agarradas al estómago de por vida. Cuenta el relato todo este proceso con un lenguaje sencillo, pero cargado de emotividad, con imágenes concretas, recurriendo a una escena cotidiana, que retrata a una mujer cansada que recuerda su infancia con melancolía, pero dispuesta a seguir con la vida presente. La imagen del perro impidiendo que esos recuerdos se pierdan es un cierre perfecto al texto."
De los 181 textos, recibidos llegaron a las ronda final de votaciones os microrrelatos correspondientes a los siguientes autores:
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