¡BIENVENIDOS A ESTE RING!

Tomen asiento, señoras y señores. ¡Bienvenidos a este ring! Griten, animen, protesten, expresen, alienten, inciten, espoleen, vociferen, pinchen, empujen, abucheen, aclamen, comenten, reivindiquen, pateleen, piten, abronquen, reprochen, aplaudan... ¡Esto es pasión por la literatura!

domingo, 29 de septiembre de 2019

114º ASALTO: COCINA PARA MELANCÓLICOS


COCINA PARA MELANCÓLICOS  
Las cosas ya no se hacen como antes. Enseguida se rompen, caducan o nos aburrimos de ellas y las cambiamos por otras. Esta olla de acero inoxidable tendrá más de 30 años. Todavía la utilizo para cocinar. Me la llevé de casa de mis padres cuando me fui a estudiar fuera y me ha acompañado en todos los sitios en los que he vivido. Incluso me la llevé a Francia cuando estuve de Erasmus. Y aquí sigue. Casi 30 años después. Se conserva mejor que yo. No soy demasiado cocinillas, solo sé hacer cuatro cosas que aprendí de mi madre para sobrevivir en mi época de estudiante, pero me gusta cocinar. A veces, llamaba a mi madre para que me explicase cómo preparar unas judías verdes o unas lentejas. Recuerdo una vez que unos amigos habían ido a coger cangrejos y, como estaban en un colegio mayor, acabaron trayéndolos a nuestro piso. Tuve que llamar a mi madre para que me explicase cómo prepararlos porque no tenía ni idea. Entonces no podías buscar las recetas en internet. Salieron buenos los cangrejos, con su cebolla y su tomate. Cocinar es recordar. La cocina siempre te trae olores y sabores de los sitios en los que has estado, de las personas que has conocido. Una de mis platos favoritos son las patatas a la riojana. Cuando estuve de erasmus en Francia, a los franceses les hacíamos patatas a la riojana y tortilla de patata y una paella que nos inventamos sobre la marcha. Se chupaban los dedos. A cambio, nos enseñaron a hacer crépes y cous-cous. Hay 200.000 formas de hacer las patatas a riojana, tantas como riojanos en el mundo, imagino. Además del chorizo y las patatas, le puedes poner lo que quieras, guisantes, costilla, guindillas, caracoles, mi madre, siempre le ponía caracoles. Algunos te dirán que no, que entonces no son patatas a la riojana, a lo mejor tienen razón, pero la cocina también es libertad para seguir o para romper las normas. Yo las hago con chorizo, pimiento, zanahoria, o con lo que tenga por casa. De lo que no hay que olvidarse nunca es de cascar las patatas para que suelten el almidón y el caldo quede espeso. Eso me lo enseñó mi madre. Siempre que utilizo esta olla, me acuerdo de ella.

miércoles, 25 de septiembre de 2019

Y LOS GANADORES SON...

Pues ya tenemos el palmarés del I Concurso de Microrrelatos
 de La toalla delboxeador. Felicidades a los agraciados 
y gracias a todos los demás, participantes, donantes, votantes y lectores....


viernes, 20 de septiembre de 2019

GRAN FINAL DEL CONCURSO DE MICRORRELATOS "LAS TOALLAS SON PARA EL VERANO"

GRAN FINAL I Concurso de Microrrelatos “Las Toallas son para el Verano” 
Hoy en Los combates de la toalla, gran velada microrrelatista con los Relatos seleccionados por el jurado del I Concurso “Las Toallas son para el Verano”. 

Os presentamos los dos textos que han llegado a la gran final: “Over the rainbow” y “Náufrago”. 


OVER THE RAINBOW
Sale del refugio en cuanto las portezuelas dejan de batir. La granja se ha convertido en un esperpento: lo primero que ve es un colgajo de valla publicitaria que exhibe una sonrisa perfecta sobre una mecedora mutilada. Curiosamente, el álamo está intacto, y el cadáver de su tío cuelga desmadejado de una de sus ramas; lo mira y está a punto de pisar una gallina casi bidimensional, que yace con las alas abiertas, como si el tornado le hubiese devuelto su esencia perdida de ave.
La casa es un amasijo de esquirlas y astillas. Picotea entre los escombros de lo que fue su habitación y consigue rescatar la mochila del gimnasio: una toalla, una sudadera, las zapatillas, que se calza.
Se la echa al hombro, cuidándose mucho de meter nada en ella. Ni las noches de verano con su tío en la soledad despiadada del porche. Ni el asco. Ni el miedo. Ni siquiera la voluntad inquebrantable de correr más que él cuando golpease el próximo tornado.
Las zapatillas rojas se adentran en el camino, amarillo por las bolsas de plaguicida destripadas contra la tierra. En el horizonte, el arco iris enmarca, como un neón multicolor, la puerta de salida.


NÁUFRAGO
Poco a poco le va cogiendo el gusto a vivir en la isla. Ya ni siquiera intenta recordar de qué barco es náufrago. Tampoco le atormentan ya las voces que cree escuchar en su cabeza. Las ha adoptado como compañeras que le amenizan la vida solitaria que le ha tocado vivir.
Cada tanto, la playa le ofrece pequeños objetos que van haciendo su vida más fácil. Por ejemplo, desde que llegaron un par de toallas que en invierno le dan abrigo y, en verano, sombra, siente que esa pequeña porción de playa debe de parecerse mucho a un hogar. Con eso y algunos alimentos que, día tras día, van apareciendo sobre la arena, tiene suficiente para seguir viviendo. No necesita nada más. Entonces, clava su mirada en el horizonte y se da cuenta de que casi no recuerda su vida anterior. Las personas que antes formaban parte de su ecosistema se han vuelto sombras tan lejanas que ya no pueden atormentarle, ya no las ve. Ya no ve a nadie. Ni siquiera a los cientos de veraneantes que, cada día, desde el paseo marítimo de la ciudad, estiran su brazo para sacarse una foto con él.
Podéis votar por vuestro favorito aquí. El lunes anunciaremos los autores.

FINAL DE CONSOLACIÓN DEL CONCURSO DE MICRORRELATOS "LAS TOALLAS SON PARA EL VERANO

ACCESITS DEL I Concurso de Microrrelatos “Las Toallas son para el Verano” 
Hoy en Los combates de la toalla, gran velada microrrelatista con los 4 Relatos seleccionados por el jurado en el Concurso “Las Toallas son para el Verano”. 
Y estos son los dos textos que han sido declarados accésits por el jurado: “Síndrome Posvacacional” y “Cronología de un K.O.”

CRONOLOGíA DE UN K.O.
Me llamo Ray “El Seco” Guzmán y moriré en 20 segundos, aproximadamente. Huele rancio, como a zulo abandonado, a fregona mal escurrida. Estoy tumbado sobre la lona, brazos en cruz, ojos desorbitados y un hilito de sangre que brota del oído izquierdo. Ha sido Zuck “Caraperro” quien me ha golpeado finalizando el quinto asalto: croché de derechas al cuello que me ha reventado la carótida. Eres rápido, jodido Zuck. Me siento en la gloria, levitando, como si acabase de meterme un chute de mezcal. El público murmura palabras inconexas mientras se hacen selfis con mi silueta de fondo, poniéndole ese toque dramático a la foto. El público es así, es lo que hay. René, mi manager, ha parado el combate. Que sangro mucho y raro, le ha dicho al árbitro ¿Qué sangro? ¿¡Qué coño es esto, un puto campamento de verano!? Naturalmente que sangro ¡¡Soy un boxeador, joder!! Siempre fue muy melodramático: debí despedirlo hace años, por sentimental. Ahora se agacha (René, digo), respira hondo, suelta un par de lágrimas, mira al techo rememorando a alguna virgen y me tapa ceremoniosamente la cabeza con la toalla, consciente de que hace ya, al menos, un par de segundos que estoy muerto.


SÍNDROME POSVACACIONAL
Apenas son las diez de la mañana y ya debes contenerte para no sacudir al viento la cabeza húmeda, salpicando tu isla entera.
La secretaria de Muñoz con su eterna cara seria, está sentada bajo la sombrilla vecina, como si el verano no fuera con ella. Sofía, enfrascada otra vez en una charla por Whatsapp, parece no enterarse de que los dos becarios están jugando a las palas junto a su esterilla, llenándosela de arena. El nuevo, que usa traje aún (y ni siquiera es de baño) no ha aprendido a llevar gafas oscuras para despistar al enemigo. Qué bien le vendría remojarse un poco y espabilar.
Te echas protector solar y te descalzas. Caminas decidido por el pasillo, levantando arena a tu paso. Te acercas a la orilla donde la señora de la limpieza insiste en una desigual lucha: fregona versus olas.
Desde el chiringuito, la mirada de tu jefe te traspasa la nuca. No lo has visto, pero su intensidad te abrasa como si el sol estuviera en su zénit.
Circunspecto, vuelves sobre tus pasos y mansamente, te acomodas en tu toalla otra vez.


Podéis votar por vuestro favorito en aquí.   El lunes anunciaremos los autores.

lunes, 16 de septiembre de 2019

PRESENTAMOS AL JURADO DEL CONCURSO "LAS TOALLAS SON PARA EL VERANO"


Estos 4 escritores os la tienen jurada. Ellos han sido los encargados de leerse los 81 relatos recibidos y elegir a los dos ganadores y los dos accésits del “I Concurso de Microrrelatos “Las toallas son para el verano”. Se lo habéis puesto muy complicado, ha habido más que palabras, alguna que otra onomatopeya y varios improperios, porque se produjo un empate del que no había forma de salir, y casi tenemos que llamar a Francino para desempatar. Al final, tuvieron que pedir el V(B)AR, hubo revisión y, después unas cervezas virtuales los cuatro llegaron a un acuerdo. 



Quiero darles las gracias por su amistad, por su profesionalidad y por su tiempo. Asier Susaeta, Arantza Portabales, Nicolás Jarque, Manuel Rebollar, gracias de corazón. Sois estupendos.
El próximo viernes, en “Los combates de la toalla”, publicaremos los 4 relatos seleccionados para que podáis leer y votar vuestros favoritos y darle un poquito más emoción al concurso.

miércoles, 11 de septiembre de 2019

113º ASALTO: Y TÚ, ¿DÓNDE ESTABAS EL 11-S?

Esta mañana me he dado cuenta de que era 11-S, y me ha dado por recordar y por escribir. 


¿Y tú, dónde estabas el 11-S?
El 11 de septiembre se desliza en nuestros calendarios sigilosamente, sin la rotundidad de otros años, cuando seguía abriendo los noticiarios y todavía se colaba en las tertulias de televisión y, sin embargo, nos sigue golpeando en la memoria, como ese boxeador noqueado que se niega a rendirse. Todos recordamos dónde nos encontrábamos aquel día y qué estábamos haciendo, yo recuerdo que estaba comiendo en el camping del Lago de Sanabria. Eran tiempos de cambios en mi vida y, como en verano no habíamos podido irnos de vacaciones, en septiembre decidimos hacer una escapada romántica de unos pocos días a algún destino económico. Como por azar, elegimos una cabaña de madera, sin conexión a internet, ni televisión, en una pequeña aldea cercana al Lago del Sanabria. Quizás sea el contraste entre la fragilidad de aquella cabaña prefabricada que cualquier lobo podía derribar de un soplido y la grandeza de las torres gemelas lo que hace que recuerde aquellas vacaciones con absoluta nitidez y en alta definición. Recuerdo el verano negándose a acabarse, la temperatura casi perfecta y el lago a nuestros pies, calmo, profundo, rodeado de bosques, impresionantemente bello, como en una postal. Las largas caminatas por los senderos que rodeaban el lago, nuestros cuerpos sudorosos, exhaustos, llegando a nuestro refugio antes del atardecer, hambrientos de amor. Los paseos en piragua y las ganas de bañarnos, a pesar del agua fría, del fondo oscuro. Las partidas de cartas para decidir quién fregaba los platos y las noches, oh, las noches, que esperábamos con ansia durante el resto del día. La aldea, huera de hombres, con sus casas de piedra, vestigio de otros tiempos, resistentes a la memoria, y sus mujeres, vestidas de negro, casi ancianas, trabajando la tierra. El corzo que nos encontramos camino del camping, a donde nos acercábamos a comer cuando no teníamos ganas de cocinar, y que se detuvo durante unos segundos para observarnos con curiosidad, antes de salir huyendo hacia el monte. Fue allí, en el camping, pasadas las tres de la tarde, con el telediario de fondo, cuando de repente dejamos los cubiertos y los vasos en la mesa, los filetes a medio partir y la conversación en el aire para ver cómo las torres gemelas se derrumbaban a nuestro lado, para dejar que aquellas imágenes se grabasen para siempre en mi memoria, junto a todas las demás que acumulé durante aquellos días ya lejanos, en los que nos amamos, ajenos a todo, como si el mundo se pudiese acabar mañana.