ACCESITS DEL I Concurso de Microrrelatos “Las Toallas son para el Verano”
Hoy en Los combates de la toalla, gran velada microrrelatista con los 4 Relatos seleccionados por el jurado en el Concurso “Las Toallas son para el Verano”.
Y estos son los dos textos que han sido declarados accésits por el jurado: “Síndrome Posvacacional” y “Cronología de un K.O.”
CRONOLOGíA DE UN K.O.
Me llamo Ray “El Seco” Guzmán y moriré en 20 segundos, aproximadamente. Huele rancio, como a zulo abandonado, a fregona mal escurrida. Estoy tumbado sobre la lona, brazos en cruz, ojos desorbitados y un hilito de sangre que brota del oído izquierdo. Ha sido Zuck “Caraperro” quien me ha golpeado finalizando el quinto asalto: croché de derechas al cuello que me ha reventado la carótida. Eres rápido, jodido Zuck. Me siento en la gloria, levitando, como si acabase de meterme un chute de mezcal. El público murmura palabras inconexas mientras se hacen selfis con mi silueta de fondo, poniéndole ese toque dramático a la foto. El público es así, es lo que hay. René, mi manager, ha parado el combate. Que sangro mucho y raro, le ha dicho al árbitro ¿Qué sangro? ¿¡Qué coño es esto, un puto campamento de verano!? Naturalmente que sangro ¡¡Soy un boxeador, joder!! Siempre fue muy melodramático: debí despedirlo hace años, por sentimental. Ahora se agacha (René, digo), respira hondo, suelta un par de lágrimas, mira al techo rememorando a alguna virgen y me tapa ceremoniosamente la cabeza con la toalla, consciente de que hace ya, al menos, un par de segundos que estoy muerto.

SÍNDROME POSVACACIONAL
Apenas son las diez de la mañana y ya debes contenerte para no sacudir al viento la cabeza húmeda, salpicando tu isla entera.
La secretaria de Muñoz con su eterna cara seria, está sentada bajo la sombrilla vecina, como si el verano no fuera con ella. Sofía, enfrascada otra vez en una charla por Whatsapp, parece no enterarse de que los dos becarios están jugando a las palas junto a su esterilla, llenándosela de arena. El nuevo, que usa traje aún (y ni siquiera es de baño) no ha aprendido a llevar gafas oscuras para despistar al enemigo. Qué bien le vendría remojarse un poco y espabilar.
Te echas protector solar y te descalzas. Caminas decidido por el pasillo, levantando arena a tu paso. Te acercas a la orilla donde la señora de la limpieza insiste en una desigual lucha: fregona versus olas.
Desde el chiringuito, la mirada de tu jefe te traspasa la nuca. No lo has visto, pero su intensidad te abrasa como si el sol estuviera en su zénit.
Circunspecto, vuelves sobre tus pasos y mansamente, te acomodas en tu toalla otra vez.