A partir de 1977 los meteorólogos estadounidenses comenzaron a denominar a los huracanes con nombres masculinos, en lugar de utilizar únicamente términos femeninos como se venía haciendo hasta entonces. Tras más de tres décadas de estudios y análisis, el departamento de Estadística ha podido comprobar que los efectos producidos por Amanda, Bárbara o Carmen no son ni más ni menos devastadores que los generados por Douglas, Eddy o Félix. Sin embargo, también hay datos que confirman que Gilda, Hillary o Irene siempre acaban provocando, en el corazón de la población masculina de la Costa Este, una extraña sensación de melancolía que perdura durante varias semanas.
Incluido en Microenciclopedia ilustrada del amor y el desamor, Talentura Libros. Ilustración de Nacho Gallego
Nosotros somos unos buenazos al lado de ellas.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ja, ja, se podría discutir.
EliminarMe encanta. Ingenioso a tope, Ernesto. Bien por ti.
ResponderEliminarTe dejo un abrazo.