MAR DE AMORES
Después
de horas y horas de llorar a mares, el apartamento se había inundado por
completo. Llamé al seguro, diciendo que se había roto una tubería, y me
enviaron un chico de color que había llegado a España en una patera y por las
noches vendía rosas por los bares. Se zambulló en el salón y se encargó de
todo. Achicó el agua, pintó las paredes, restauró los muebles y hasta devolvió
al mar los peces que habían aparecido boqueando bajo la cama. Sin embargo, el
olor a salitre no se ha ido del todo y algunas noches, cuando la marea vuelve a
subir, me regala las rosas que le sobran y me lleva en brazos hasta el
dormitorio para que no me moje.