EL DE LA VERGUENZA
Los
canapés fueron desapareciendo de la bandeja, hasta que sólo quedó uno. La
conversación variaba de un tema a otro, sobrevolando siempre por encima del
dichoso canapé, sin que nadie se atreviese a cogerlo. Venga, comeos el último, alentaba
el anfitrión. Cómetelo tú, no, tómatelo tú, que yo no puedo más. Yo estoy
lleno, decía un invitado. Y yo, repetía como el eco otro, y otro, y otro. Más
de uno giraba la cabeza y lo miraba con gula, pero si algo sobraba en esa mesa
era educación y así el triste canapé permanecía intacto, mientras la velada
llegaba a su fin. ¿Os ayudamos? Los invitados, y sus abrigos, se marchaban y
los anfitriones recogían. No os preocupéis, si no tardamos nada. Besos.
Abrazos. Hasta la próxima. Todo estaba delicioso. Y así el canapé, revenido y
frío, acababa sus días en una bolsa de basura. Será después, ya de noche,
cuando un hombre al que los palos que da la vida le han quitado cualquier tipo
de pudor, rebuscando entre los desperdicios de los contenedores algo que
llevarse a la boca, encuentre el último canapé, ese que todos llaman el de la
vergüenza.
¡Cómo pasa el tiempo! Este es uno de los dos micros que me incluyeron en "Deantología: la logia del microrrelato" hace 4 añitos: 138 relatos de 69 autores diferentes, recopilados por Manu Espada y Rosana Alonso, en un recorrido por la mayoría de los blog de microrrelatos.
Deantologia: la logia del microrrelato (Talentura Libros, 2013). Más sobre Deantologia: la logía del microrrelato en:
No es que el mendigo sea grosero o maleducado, es solo que, ajeno a protocolos absurdos, la vergüenza no existe cuando el hambre apremia.
ResponderEliminarOtro buen texto.
Saludos y saludes.
Cuando lo escribí (2012) el hambre apremiaba bastante en este país y aunque ahora parezca que no, que ha vuelto la prosperidad, todavía hay mucha gente que lo está pasando mal. No hay que bajar la guardia. Gracias por la visita, Julio David.
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