11 de julio: a partir de las 18.00h
Final anual del concurso Relatos en Cadena, de la Ser y la Escuela de Escritores.
Final anual del concurso Relatos en Cadena, de la Ser y la Escuela de Escritores.
Estrago
Mafalda Bellido Monterde (Junio)
Como si de una plaga venenosa se tratara fue subiendo, monte arriba y se llevó todo por delante, las cortezas de los árboles, los árboles, los jabalíes que se rascaban en las cortezas de esos árboles, la mariquita que se resguardaba bajo esa corteza y hasta la flor de jara en la que la mariquita descansaba. El ruido cesó y todo cambió. Ahora todo es gris. A veces lo enmascaran de blanco o de otros colores que imitan a otros colores; azul mar, verde pino, rosa jara, pero debajo todo es gris. Gris cemento.
Como si de una plaga venenosa se tratara fue subiendo, monte arriba y se llevó todo por delante, las cortezas de los árboles, los árboles, los jabalíes que se rascaban en las cortezas de esos árboles, la mariquita que se resguardaba bajo esa corteza y hasta la flor de jara en la que la mariquita descansaba. El ruido cesó y todo cambió. Ahora todo es gris. A veces lo enmascaran de blanco o de otros colores que imitan a otros colores; azul mar, verde pino, rosa jara, pero debajo todo es gris. Gris cemento.
Letras de Oriente
Paloma Casado Marco (Mayo)
El espectador
El desafío
Desde el otro lado del planeta llegan las cartas que recibe
periódicamente. Cuando abre el buzón y encuentra un sobre escrito con esa letra
extraña, siente un regocijo que creía olvidado. Luego extrae con cuidado la
cuartilla y lee sin comprender. A veces encuentra dibujado un corazón, un
pájaro o una flor de almendro y por eso sabe que son cartas de amor. Las guarda
ordenadas en un cajón y algún domingo por la tarde, las abre y olfatea su
perfume de madreselva. Le hacen tanta ilusión, que no piensa devolverlas ni
decirle al cartero que en esa casa no vive Mizuki Tanaka.
Cosas que hacer
Raquel Lozano Calleja (Abril)
Acuérdate de lanzar mis cenizas al mar, de llevar al niño los lunes a inglés y
los miércoles a natación. El jueves le ponen la vacuna y el viernes tiene
revisión. No olvides regar las plantas ni sacar a Troylo a pasear antes de las
8 que si no, se lo hace encima. Recuerda que en mayo siempre se nos achucha el
mes porque viene el seguro del coche y el tuyo de la caza. Haz verduras de vez
en cuando, y pescado, que es más sano.
Ah, compra lejía y frota con agua fría la sangre; es como sale mejor.
Ah, compra lejía y frota con agua fría la sangre; es como sale mejor.
Guerra de neologismos
Arantxa Portabales Santomé (Marzo)
Serán solo cien palabras. Las esconde en su mesilla de
noche. Durante el día, todas las que usa son inofensivas. Como por ejemplo
“lavadora”, “macedonia” o “cucharón”. Las otras, las usa solo en la habitación.
Si intento tocarla, abre su cajón y me grita: “Pilíapo” “Mustrode”,
“Calíproce”… Yo contraataco inventándole piropos: “Polimposa”, “Malíbula”…
Nunca funciona. Hoy decidí pedirle perdón. Así sin más. Se ha enfadado
muchísimo. Ha sacado del cajón su peor insulto y lo ha silabeado furiosa:
“PI-LI-CA-TRA-LLO”. Cuando se pone así, no hay manera. Lo que daría porque
fuese ya de día y su dulce voz me susurrase “lavavajillas”, “espumadera” o
“colesterol”.
Un hombre honrado
Manuel Menéndez Miranda (Febrero)
Vivir a lo grande de los bienes gananciales nunca fue su
objetivo, había sido una enamorada fiel hasta hoy, me confesó entre lágrimas
mientras yacíamos exhaustos y desnudos. Tras meses de aburrida vigilancia,
aquella tarde le había desvelado el encargo de su millonario marido, y tras la
desconfianza e incredulidad, llegó la rabia que dio paso al sexo salvaje. Me
vestí contemplando su joven y hermoso cuerpo. Después, le disparé a quemarropa
y salí del hotel. El viejo me pagaba por saber si ella tenía un amante, cierto,
pero también por matarla si lo descubría, y yo era de los pocos detectives
honrados que quedaban en la ciudad.
Amantes
Ernesto Ortega Garrido (Enero)
Pero nunca, sin saber bien por qué, dejarán de mirar hacia
arriba cuando salgan del motel. Quizás porque lo único que desean es que, por
fin, un rayo les caiga encima y les parta en dos, para que una mitad pueda
volver a casa con sus mujeres y la otra subir de nuevo a la habitación.
Patera
Carmen Quinteiro (Diciembre)
Las besa con suma conciencia para no equivocarse entre
tantas cabezas. Puede que sea la última vez que besa a sus niñas pero la idea
ha dejado de dolerle hace días. Ellas, ajenas, juegan a sacar con un pequeño
vaso de plástico el agua que va entrando gota a gota en la balsa. Y ella,
jugando también a no morir, les dice que cuando lleguen, ya verán, van a ir a comprarse
un vestido nuevo y un helado.
Las madres
Asun Gárate Iguarán (Noviembre)
Vuelven a ser invisibles y se cuelan de noche en las
habitaciones de sus hijos. Sigilosamente, para no despertarlos, se acercan a
sus camas, los miran con ternura, los arropan o los desarropan –según la
temperatura del cuarto–, les acarician la mejilla, les tocan el pelo, les besan
en la frente. Les susurran al oído que les quieren. Después, recogen del suelo
las zapatillas, los vaqueros, la sudadera. Encuentran su móvil. Observan la
pantalla. Quizás no haya cambiado su antigua contraseña. Quizás sigue siendo un
niño. Su niño. Las madres suspiran, les piden perdón y salen sigilosamente de
las habitaciones de sus hijos.
El espectador
Ana Sarrías Oteiza (Octubre)
El puñetero ojo de la cerradura sigue rozando. Pero mi llave
abre de todos modos, como siempre. Me descalzo y voy cruzando de puntillas el
pasillo hasta la habitación de los niños. Están preciosos. Parece mentira todo
lo que han crecido en un año. Les doy un beso en la frente y les arropo.
Después entro en la habitación de los padres. Me acerco hasta su cama y les
observo conteniendo la respiración. Me pregunto por qué no pudimos ser
nosotros. Cómo se torció todo. Y cómo es que nunca cambiaron el bombín.
El desafío
Luz María Leira Rivas (Septiembre)
¡Cuánta fuerza y qué poca puntería tuvo el camello, para
privarse de agua hasta desinflar sus gibas, para enroscarse el pescuezo, para
arrancarse los dientes y retorcerse e introducir en su boca no solo el rabillo
piloso sino también, una por una, sus cuatro zancas unguladas, para en esta
sufrida posición de contorsionista chino apretarse y fruncirse y plegarse a sí
mismo tantas veces doloridas que perdió la cuenta entre estertores, para
convertirse en raquítico, en migaja, en miniatura, en pigmeo artiodáctilo, en
microscópico átomo de camello exultante y conseguir contra cualquier pronóstico
divino inadmisible traspasar de una maldita vez el puñetero ojo de la
cerradura!
Grandes propuestas. El premio de la experiencia que vas a vivir ya lo tienes, ahora a por los 6.000 €.
ResponderEliminarSuerte y un beso.