¡BIENVENIDOS A ESTE RING!

Tomen asiento, señoras y señores. ¡Bienvenidos a este ring! Griten, animen, protesten, expresen, alienten, inciten, espoleen, vociferen, pinchen, empujen, abucheen, aclamen, comenten, reivindiquen, pateleen, piten, abronquen, reprochen, aplaudan... ¡Esto es pasión por la literatura!

lunes, 23 de febrero de 2015

TEMBLORES (UN RELATO DE LA DICTADURA DEL AMOR)


A propósito del terremoto de ayer en Madrid, TEMBLORES, uno de los primeros relatos que escribí (incluido en La dictadura del amor)  

Temblores

Aunque Rosaura aún no se ha despertado, es capaz de sentir el beso que, como todos los días, Carmelo le da antes de marcharse a trabajar. Es un beso suave, que apenas le roza la mejilla. Ella se gira hacia el otro lado de la cama y continúa durmiendo. Total, el día es largo y, desde que los gemelos se fueron a estudiar a Granada, ya no hay tanto quehacer en la casa. Además, hoy es martes y no tiene clase de sevillanas. Se levanta una hora más tarde y enciende el radio. Mientras hace la cama, escucha la noticia del terremoto:

"Alrededor de las tres y media de la madrugada, un temblor de tierra que ha alcanzado los 6,1 grados en la escala Richter, con epicentro a quince kilómetros al suroeste de la localidad marroquí de Alhucemas, ha causado la muerte al menos a 20 personas y herido a 40. En Melilla también se ha sentido el seísmo durante más de 20 segundos. Aunque afortunadamente no ha causado ni víctimas ni daños materiales, la ciudad se ha despertado sobresaltada en mitad de la noche...".

Rosaura no sabe cuánto son 6,1 grados en la escala Richter, pero piensa que la noticia debe de exagerar bastante, porque ellos no han notado nada. Recoge el pijama que su marido ha dejado en el suelo, lo dobla con cuidado y lo coloca debajo de la almohada. Después, quita el polvo del salón, limpia el baño, pone una lavadora y se arregla un poco para hacer la compra. Antes de salir, mira a través de la ventana. Una lluvia fina cae sobre la hierba del jardín. Apenas puede apreciarla, pero decide coger el paraguas. Cuando llega al mercado, el terremoto es el tema de conversación en todos los puestos: "No vea cómo se movía la lámpara", comenta el pescadero. "En camisón y todo he bajado a la calle del miedo que tenía", dice una de las clientas. "Hasta los libros de la estantería se han caído al suelo", afirma otra. En los tres puestos en los que se detiene a comprar, Rosaura repite la misma frase: "Pues nosotros no nos hemos enterado de nada", y  una y otra vez le contestan: "Señora, han debido de ser ustedes los únicos de todo Melilla".
Cuando regresa a casa, saca la compra de las bolsas, la reparte entre el frigorífico y los estantes de la despensa, y se pone a preparar la comida. Su marido casi nunca viene a comer, siempre tiene un almuerzo de negocios o algún cliente a quien invitar, pero a ella le gusta tener algo preparado por si acaso. Si al final no aparece, siempre puede guardarlo para la cena o congelarlo para que se lo lleven los gemelos cuando vengan de fin de semana. Poco antes de las dos, su marido llama: definitivamente no viene a comer. Algo de un cliente de Madrid que está de visita."Había hecho sopa de pescado y dorada al horno, pero lo guardaré para la cena", dice Rosaura. Cuando cuelga, se prepara una ensalada y enciende la televisión. El informativo abre con la noticia del terremoto y conecta en directo con Alhucemas, en Marruecos. El presentador calcula los muertos en más de cincuenta, pero las cifras todavía no son oficiales. Después conectan con el corresponsal en Melilla, que entrevista a algunas personas en la calle.
"Horrible, ha sido horrible. No he pasado tanto miedo en mi vida. Pensaba que todo se venía abajo", dice un hombre de unos cuarenta años. "Yo me he despertado en mitad de la noche y todo se movía. Sólo han debido de ser veinte segundos, pero a mí me parecía que no se acababa nunca", ahora es un joven el que habla, casi comiéndose el micrófono. "Pensaba que el armario se me caía encima. No sabía qué hacer", dice una tercera persona. El corresponsal cierra con una entrevista al jefe de bomberos, que comenta las numerosas llamadas recibidas durante toda la madrugada y da algunos consejos, por si los movimientos se vuelven a repetir durante las horas siguientes.
Suena el teléfono. Son los gemelos que están viendo el telediario y llaman para preguntar por el terremoto.
-Pues tu padre y yo ni nos hemos enterado -dice Rosaura.
Desde donde está el teléfono, puede ver el jardín. Antes, cuando eran unos niños los veía jugar a través de la ventana y podía vigilarlos, ahora ya no es necesario.
-Pues habréis sido los únicos en todo Melilla -le dice uno de sus hijos.
-¡Qué va!, las noticias siempre exageran. ¿Vais a venir el fin de semana?
-No creo. Dentro de poco empiezan los exámenes y tenemos que empezar a estudiar.
Cuando cuelga el teléfono, Rosaura coge un marco con una foto de los gemelos. La mira durante un instante, antes de devolverla a su sitio. "Ya tenían diez años y todavía los vestía igual. Seguro que fue al año siguiente cuando dejé de comprarles la misma ropa a los dos. Cada vez quieren venir menos a casa", piensa. Después, marca el número del móvil de su marido. Mientras escucha la señal, observa el jardín: al fondo está la piscina. También puede ver el pino que ella y su marido plantaron cuando nacieron los gemelos y la fuente de piedra con la figura de un arquero que tiene los ojos vendados. Un capricho de su marido. No ha dejado de llover y ya se han formado algunos charcos en el césped.
-Dime, Rosaura.
-Oye, Carmelo, ¿tú has notado algo esta noche?
-Yo no, ¿y tú?
-Yo tampoco.
-Si es que nosotros no nos despierta ni un temblor de tierra, ¿eh? Oye, te tengo que dejar, que estoy con un cliente.
Rosaura cuelga. Observa el pino a través de la ventana: lo ha ido viendo crecer a la vez que a los gemelos. En este momento le parece que hace tiempo que dejó de crecer. Si no fuese por las gotas que ve caer sobre los charcos, creería estar viendo una fotografía. Recuerda cuando se instalaron en la zona. Siempre había alguna casa en obras y se oían ruidos y se veía a los albañiles trabajar. Hace años que el barrio está lleno y no queda sitio para nuevas casas. Ya no hay ruidos de máquinas, ni obreros, ni herramientas. Cuánto le molestaban aquellas obras. Entre las obras y los gemelos no descansaba nunca y, quién se lo iba a decir, ahora echa de menos todo ese jaleo.
Se hace de noche. Carmelo llega a casa cerca de las ocho y media. La sopa ya está caliente y Rosaura tiene la mesa preparada. Le saluda con un beso. Añade: "¿Qué tal el día?". Carmelo le dice algo de unos pedidos que tienen que llegar, pero Rosaura no contesta, está mirando por la ventana. Ya no puede ver las gotas golpear sobre los charcos. Ha dejado de llover y todo está inmóvil: el jardín le parece un decorado de cartón piedra. La televisión está encendida. Los dos se sientan a cenar en el salón. Rosaura apenas prueba nada. En las noticias están ofreciendo de nuevo imágenes del terremoto. El cámara se ha centrado en una barriada de casas de adobe en las afueras de Alhucemas. Todas están destruidas. Entre los escombros pueden verse los cuerpos de varias personas atrapadas. Personal de la Media Luna Roja atiende a los heridos. Gritos en árabe, gente pidiendo ayuda. El presentador explica que las zonas más pobres de la ciudad son las más afectadas y que los muertos ocasionados por el terremoto ascienden a más de doscientos cincuenta. Ofrece datos de otros terremotos. Dice que se producen alrededor de doscientos temblores de tierra a lo largo del año de diferente intensidad, pero que sólo sentimos los que se producen en zonas habitadas. La mayoría apenas tienen efectos. Rosaura mira cómo Carmelo sorbe la sopa. El presentador conecta con su corresponsal en Melilla, que repite las mismas imágenes que han emitido por la mañana.
-Estas cosas siempre les pasan a los más pobres. Cuando hay un terremoto en California, ni se enteran y sólo hay un par de víctimas -dice Carmelo.
-Oye, Carmelo, ¿por qué crees que no nos hemos notado el terremoto?
-No sé, porque nuestra casa tiene unos cimientos muy sólidos o porque tenemos un sueño muy profundo. ¡Vete tú a saber!
-Yo creo que es por lo del sueño, porque en el barrio todo el mundo lo ha notado -dice Rosaura.
Ya han acabado de cenar. Carmelo se tumba en el sofá, mientras Rosaura recoge la mesa y se sienta cerca de él. Cambia de canal, en otras cadenas continúan saliendo imágenes del terremoto. Otro presentador dice que los movimientos se pueden repetir durante los próximos días aunque, seguramente, con menor intensidad. Rosaura sólo puede ver casas destruidas, ambulancias sacando heridos y gente corriendo de un lado a otro.
 Después del telediario, comienza una película y los dos permanecen en el sofá. Intercambian un par de frases sobre los gemelos. Ella coge una revista. Mientras la ojea, mira de reojo a su marido y lo ve dar cabezadas en el sillón. La boca entreabierta. La cabeza inclinándose lentamente, hasta que la ley de la gravedad hace que se venza con un movimiento brusco y se despierte. Entonces se incorpora en el sillón, los ojos se le vuelven a cerrar y la cabeza se vuelve a inclinar hacia delante y así hasta que, por fin, encuentra una posición cómoda y se queda dormido. De vez en cuando, de su boca sale una respiración profunda. Se despierta en cuanto acaba la película, sobresaltado por el ruido de los anuncios. Rosaura le pregunta:
-¿Qué tal la película?
-Un poco lenta -contesta.
Carmelo se levanta, le da un beso a su mujer y añade:
-Me voy a la cama, que mañana tengo que madrugar.
Rosaura se queda en el sofá mirando la lámpara. Ella no tiene que madrugar. La clase de sevillanas no comienza hasta las once. Los gemelos tampoco vendrán el fin de semana. Por un momento le gustaría que la lámpara comenzase a balancearse. Que una ligera grieta apareciese en las paredes, que los libros de la estantería cayesen sobre el parquet, que el suelo comenzase a temblar...

No hay comentarios:

Publicar un comentario