Empezó a pensar en un nuevo teorema que demostrase que la quería, porque ella siempre le insistía en que el amor había que demostrarlo. Asignó variables al tiempo que llevaban juntos, al olor de su pelo al salir de la ducha, a los absurdos silencios que a veces se interponían entre ellos. Estimó el índice la aceleración que sufría su corazón cada vez que ella se desnudaba y cuantificó los celos que sentía cuando le veía tonteando con otro, para después de horas y horas de trabajo acabar concluyendo que en realidad esto del amor no tenía ninguna lógica.
Este microrrelato ha sido seleccionado esta semana en el Concurso Relatos en Cadena, de la Ser. Parece que el viento sopla a favor.