La princesa se pincha el dedo con una aguja. En un gesto
intuitivo se lo lleva a la boca, pero en lugar de sangre azul descubre una fuga
de aire. En segundos sus explosivos pechos de silicona comienzan a perder
presión, el vientre moldeado a golpe de bisturí se deforma y la redondez de sus
glúteos, que tantas sesiones de liposucción le costaron, desaparece. Intenta
alcanzar el móvil para llamar al servicio. Antes de que lo consiga, su mano se
ha convertido en un ingrávido guante de goma. Pronto no será más que un trozo
de plástico amorfo tendido junto a la chimenea. Cuando el príncipe la
encuentre, tendrá que volver a hincharla.
Y sin ningún problema, la inchara. Las princrsas, siempre son prefectas, ¿o no?
ResponderEliminarBesos desde el aire.
Es lo que pasa cuando no se tiene nada dentro, que manera más buena de explicarlo Ernesto.
ResponderEliminarUn abrazo.
Y si no la hincha el principe la hinchará papá. O siempre habrá quien la hinche, que para eso ella es princesa...
ResponderEliminarUn abrazo
Ahí al lado de la chimenea, seguro que hay un artilugio de esos que a golpe de pie, infla que te infla y si no, se compra el de último diseño, ¿a quién temerán ellos? Si las tarjetas de crédito fululan que da gusto y luego además, se olvida todo..., que más da.
ResponderEliminarMuy bueno y oportuno.
Besicos muchos.
La princesa pierde esencia con cualquier cosa
ResponderEliminarPor cierto soy Pérfida
Un saludo coleguita
Sospecho, me gustaría pensar, que el príncipe va a estar muy ocupado en el juzgado o en la carcel como para hinchar piltrafas de cualquier tipo.
ResponderEliminarSaludos
Así es como pasa con las princesas que nos inventamos. Ojalá y se pinche de una vez.
ResponderEliminarBesos y enhorabuena (venía a leer otra cosita pero demasiada prisa yo)
Esto pasa por tener princesas de plástico....jó ¡qué bueno el micro de la SER, Ernesto! Te felicito de nuevo por él, y que disfrutes lo ya conseguido. Un besazo Ernesto.
ResponderEliminar