Como regalo de Reyes os dejo este relato incluido en La dictadura del amor.
TEMPORADA DE SETAS
Marta, los primeros ejemplares los encontré al lado del radiador, una mañana a finales de septiembre, apenas un mes después de que te hubieses marchado. La verdad es que me pareció extraño verlas allí pero, al fin y al cabo, estábamos en temporada, el parquet es de roble y nuestra casa siempre ha sido demasiado húmeda. Además, esa noche había estado lloviendo, lo recuerdo porque el ruido de la lluvia contra el cristal de la ventana me había despertado varias veces y no había podido pegar ojo. Todavía no me he habituado a dormir solo, Marta, y cualquier tontería acaba desvelándome.
Las siguientes las descubrí durante el fin de semana, debajo del sofá, mientras pasaba el aspirador. Últimamente había descuidado la limpieza. Me había acostumbrado a que la hiciésemos juntos los sábados por la mañana y me resultaba extraño enfrentarme a estas tareas sin ti. Fue al retirar el sofá, para limpiar las pelusas que suelen esconderse debajo, cuando apareció toda una colonia. ¿Sabes?, Marta, aquellos pequeños apéndices esponjosos habían brotado del suelo justo en el lugar donde se juntan el parquet y la pared. El sombrero era redondo, casi perfecto, de un color rojo brillante, con pequeñas manchas negras y no alcanzaban el palmo de altura. Pero había suficientes para preparar una buena cena para dos. Incluso pensé en invitarte a cenar para que pudiésemos hablar. Te sorprendería cómo he aprendido a desenvolverme en la cocina. Pero al buscarlas en Internet, no logré identificar ninguna especie parecida y no me atreví a llamarte, por si eran venenosas.
Por la noche descubrí otro grupo debajo de la cama mientras buscaba una zapatilla que hacía días que se había extraviado. Sí, lo sé, Marta, sin ti, la casa es un desastre. Y a la mañana siguiente, al ir a coger una camisa limpia del armario, aparecieron varios ejemplares en el interior.
En poco tiempo la casa se ha ido poblando de setas. Salen en cualquier rincón, en la mesa del escritorio, al lado del cubo de la ropa sucia, detrás del lavabo. He comprado un libro de setas, pero tampoco he hallado ninguna que se les parezca. ¿Sabes?, Marta, creo que he descubierto una nueva especie, la he bautizado como boletus domesticus o seta del hogar.
Son tan hermosas y casi no me dan trabajo. No como tus plantas, Marta. Intenté encargarme de ellas. Las regaba todos los días, para que cuando volvieses no se hubiesen marchitado. Pero nunca me acordaba de si las había regado o no y hubo días que, por si acaso, debí de regarlas dos y hasta tres veces. En solo unas semanas se murieron todas. Seguramente se ahogaron. Te las tenías que haber llevado, ya sabías que no tenía buena mano para las plantas. En cambio, las setas, no necesito cuidarlas. Las setas son así, Marta, surgen de un día para otro en el lugar más inesperado, sin necesidad de que nadie se ocupe de ellas. Brotan en cualquier sitio, al lado del televisor, entre los libros de la estantería o detrás de la mesilla de noche. Me encanta encontrarme cada mañana con nuevos ejemplares. Hasta les hablo, Marta. Les hablo de ti. Les he dicho que el día menos pensado volverás. Desde que te fuiste, las horas se alargan y ellas me hacen compañía. La semana pasada vimos Casablanca. También les pongo música. Al principio escuchábamos piezas clásicas de Beethoven, Mozart y Vivaldi. Ya sabes que a mí no me gustaba la música clásica, pero eran unos CD que te regalé por tu cumpleaños y que te dejaste olvidados. Luego continuamos con grupos de los 80. Alaska y los Pegamoides, Radio Futura, Los Secretos y todas esas canciones que nos sabíamos de memoria y que tantas veces hemos bailado juntos. No veas cómo han crecido, Marta. Hubo una que apareció en la esquina del salón y que en pocos días alcanzó el metro de altura. La utilizo como mesa auxiliar para dejar el teléfono y el café. Te gustaría. Y otra que salió junto a la entrada, con el tallo recto y estilizado, que se ha puesto tan alta que puedo colgar el abrigo.
Creo que últimamente han crecido demasiado y estoy empezando a agobiarme, porque, sin darme cuenta, la casa entera se ha llenado de setas. Están saliendo en todas partes, en las paredes, en los azulejos del baño, en el techo. Están creciendo tanto que apenas dejan entrar la luz por las ventanas. Han bloqueado la puerta y ya no puedo salir a la calle. La casa es una jungla, cada vez me cuesta más sortearlas para llegar hasta la habitación. A veces, no me doy cuenta, y acabo pisando las más pequeñas y las siento crujir bajo mis pies. Y es que todo se está llenando de setas, Marta, todo.