Desesperado, entró en el banco con una peluca rubia y unas gafas de sol. Gritos, sirenas, horas de negociaciones. Uno a uno fue soltando a todos los rehenes, hasta que por fin el director acabó concediéndole el préstamo al diez por ciento. Salió con una mano arriba y una batería de cocina de acero inoxidable en la otra.
Esta es mi aportación a la "Primavera de microrrelatos indignados".
Si quereís leer microrrelatos de otros autores también indignados podéis visitar los blog: La colina naranja y Explorando Lilliput precusores de la inicitiva.
Si quereís leer microrrelatos de otros autores también indignados podéis visitar los blog: La colina naranja y Explorando Lilliput precusores de la inicitiva.
Qué buen relato, el detalle final, el de la batería de cocina, le pone el broche.
ResponderEliminarY es que quién no tiene una batería de cocina del banco... o un juego de cuchillos, otro clásico. ME alegro que te guste, Elisa.
EliminarLa cuestión: al final ganó el banco ¡cómo no! ahí está esa batería para demostrarlo.
ResponderEliminarBesitos
Los bancos siempre ganan, se quedan con la casa y además se la sigues debiendo. Una gran parte de la culpa de la situación actual es suya. En fin...
Eliminar